Con 20 votos a favor de un total de 31, el Senado uruguayo aprobó el proyecto de ley “Muerte Digna”, convirtiendo al país en el primero de América Latina en legalizar la eutanasia como un derecho. La legislación, de carácter histórico, permite a personas adultas con enfermedades terminales o incurables acceder a una muerte asistida con acompañamiento médico, bajo estrictas condiciones.
La norma reconoce el derecho de los pacientes a decidir sobre el final de su vida de manera consciente, voluntaria y digna, siempre que cumplan con los requisitos establecidos: ser ciudadanos o residentes uruguayos, estar en pleno uso de sus facultades mentales y dejar constancia escrita de su voluntad tras un proceso de evaluación médica.
El proyecto, respaldado por la mayoría del Senado, se convierte en un hito regional en materia de derechos humanos y bioética, pues hasta ahora solo Colombia y Ecuador habían permitido la eutanasia, pero a través de fallos judiciales, no mediante una ley formal.
Un paso adelante en derechos y autonomía personal
La Ley de Muerte Digna se aplicará a personas que padezcan enfermedades incurables o irreversibles, y también a quienes sufran dolores físicos o emocionales insoportables que afecten gravemente su calidad de vida. El procedimiento será ejecutado por profesionales de la salud tras una serie de evaluaciones médicas y psicológicas para confirmar la decisión libre e informada del paciente.
Con esta medida, Uruguay reafirma su tradición progresista, siendo pionero en la región en reformas sociales como la legalización del aborto, el matrimonio igualitario y la marihuana recreativa. Ahora, con la aprobación de la eutanasia, el país da un paso más hacia la consolidación de políticas públicas basadas en la autonomía, la empatía y el respeto a la dignidad humana.
Un referente internacional
La decisión coloca a Uruguay junto a países como España, Bélgica, Canadá y Países Bajos, donde la eutanasia está regulada por ley. En América, se suma al grupo de naciones que reconocen el derecho a morir con dignidad, ampliando el debate sobre la libertad individual y los límites de la medicina paliativa.
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