En el marco del séptimo aniversario del sismo de 2017 y el trigésimo noveno del devastador terremoto de 1985, la Facultad de Ingeniería Civil de UPAEP habló del riesgo sísmico en México y planteó estrategias para mitigarlo.
Ismael Hernández abrió su intervención recordando la importancia de los sismos del 19 de septiembre de 1985 y 2017, hitos clave en la historia sísmica de México. Ambos eventos, además de causar cuantiosos daños materiales y pérdidas humanas, han marcado el desarrollo de la ingeniería sísmica en el país.
México, señaló el académico, es un país que compite en niveles de peligro sísmico con naciones como Japón y Chile. Esto se debe a la interacción de cinco grandes placas tectónicas en el territorio nacional, donde el 80% de los sismos provienen de la subducción de la Placa de Cocos bajo la Placa de Norteamérica, en la costa del Pacífico.
Ismael Hernández explicó que existen tres principales tipos de sismos que afectan a México, sismos de subducción: Son temblores costeros que resultan de la interacción entre las placas tectónicas y suelen afectar a edificaciones altas en zonas como Ciudad de México y Puebla.
Sismos intraplaca de profundidad intermedia: Afectan principalmente a ciudades del centro del país, como Puebla, Tlaxcala y Ciudad de México. Un ejemplo de este tipo de sismo es el de 2017, que causó graves daños en edificaciones bajas y templos antiguos.
Sismos de fallas locales o corticales: Estos temblores, aunque de menor magnitud, pueden ser devastadores en construcciones autoconstruidas o de baja calidad. El académico destacó que actualmente, Ciudad de México está experimentando microsismos debido a una falla activa en la zona poniente de la ciudad.
Dijo que el sismo de 1985 fue un parteaguas en el desarrollo de la ingeniería sísmica mexicana. Antes de este evento, existía poca instrumentación para el registro de temblores. Después del desastre, se incrementó la instalación de estaciones sísmicas y se mejoraron las normativas para la construcción.
Eduardo Ismael también subrayó que, a pesar de los avances normativos, aún persisten problemas en la calidad de las construcciones en diversas zonas del país. “El problema no es solo el fenómeno natural, sino la falta de ética en la construcción”, advirtió, al tiempo que subrayó la importancia de cumplir con las normativas y utilizar materiales de calidad en las edificaciones.
Para mitigar el riesgo sísmico en México, Ismael Hernández sugirió una serie de estrategias, fortalecer las normativas de construcción, asegurarse de que se cumplan y actualicen regularmente, tomando en cuenta los nuevos estudios sobre peligros sísmicos.
Se debe promover una cultura de prevención: realizar simulacros periódicos y educar a la población sobre cómo actuar ante un sismo.
Mejorar las técnicas de construcción: Implementar métodos que garanticen mayor resistencia en las edificaciones, particularmente en zonas de alto riesgo.
Monitorear continuamente las fallas locales: Instalar más estaciones sísmicas en zonas propensas a temblores, para anticipar eventos y tomar medidas preventivas.
El investigador de Ingeniería Civil de UPAEP, cerró su intervención resaltando que, aunque los sismos son inevitables, es posible reducir significativamente los daños mediante una correcta planificación, construcción y monitoreo. “Los sismos seguirán ocurriendo, pero depende de nosotros disminuir sus impactos en nuestras ciudades y vidas”, concluyó.
En su intervención, Miguel Ángel Jaimes Téllez señaló que muchas construcciones en México, como puentes, presas y viviendas, están sujetas a múltiples riesgos a lo largo de su vida útil, que puede extenderse hasta 100 años. Durante este tiempo, una edificación puede enfrentar peligros como inundaciones, terremotos y huracanes.
Explicó que un sismo no solo desencadena el movimiento de la tierra, sino que puede generar deslizamientos de laderas, tsunamis en zonas costeras e incluso licuación de arenas, afectando significativamente las construcciones.
Jaimes Téllez recordó el devastador terremoto del 19 de septiembre de 1985, que alcanzó una magnitud de 8.1 y sacudió la Ciudad de México. Dos días después, una réplica de magnitud 7.6 provocó más daños, incluyendo el colapso de 20 edificios donde se encontraban rescatistas. Eventos similares ocurrieron en 2017, cuando un sismo de magnitud 8.2 en Chiapas generó más de 2,000 réplicas en seis meses. “Imaginen vivir constantemente con réplicas en edificios que ya han sido dañados, sin saber si pueden ser habitados de manera segura”, comentó el investigador.
Miguel Ángel Téllez explicó que el riesgo sísmico no se mide únicamente por la magnitud del terremoto, sino también por las pérdidas económicas, el número de personas afectadas y el tiempo que toma la sociedad en volver a una situación de normalidad. “En 2017, nos tomó alrededor de seis meses regresar a la normalidad, mientras que tras el terremoto de 1985, se necesitaron más de tres años”, recordó.
Además, subrayó que los efectos de un sismo no solo se sienten inmediatamente después del evento principal. En muchos casos, las réplicas que siguen pueden provocar más daños y dificultar las labores de reparación. “Hoy en día, las normativas de construcción suelen considerar solo el primer evento, pero sabemos que siempre habrá réplicas que pueden afectar las estructuras, y es necesario estar preparados para esos eventos secundarios”, señaló.
Miguel Ángel Jaimes concluyó su participación destacando la importancia de que la sociedad aprenda a convivir con el riesgo sísmico. Recordó que desde tiempos prehispánicos y coloniales, los mexicanos han enfrentado terremotos, y aunque la tecnología ha avanzado, la naturaleza sigue su curso. “Los sismos seguirán ocurriendo. Nuestro trabajo es entenderlos mejor, anticiparlos y estar preparados para enfrentarlos, minimizando los daños y protegiendo a nuestra población”, concluyó.
Jaimes Téllez destacó que muchos edificios y construcciones están diseñados para resistir un solo evento, pero las réplicas o eventos múltiples —como en el caso de los huracanes— pueden agravar los daños y comprometer la estabilidad de las estructuras. En este sentido, la planificación debe incluir la probabilidad de varios sismos consecutivos, así como los daños acumulados que estos pueden provocar en las edificaciones, especialmente en zonas de alta sismicidad como Ciudad de México o la región sur del país.
Por su parte, Miguel Azamar, asesor educativo de Educación Continua de UPAEP, presentó una iniciativa en colaboración con el investigador del Instituto de Ingeniería de la UNAM, el curso de “Reparación y rehabilitación sísmica de estructuras dañadas”. Este curso, dirigido a profesionales de la construcción, tiene como objetivo dotar de herramientas y conocimientos para la reparación y rehabilitación de estructuras de mampostería, concreto reforzado y acero, que son comunes en México.
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