Rocío González Galván
Todos llevamos dentro el niño que fuimos.
Cuidar al niño interior es de vital importancia para la mejora emocional y para mantener una sana autoestima. Casi todos en la infancia hemos tenido heridas emocionales y, si no las solucionamos en su momento, el niño interior estará dañado. Ahora podemos intentar comprender lo que le pasa para sanarlo.
Cuando sientas una emoción negativa, pregúntate por qué te sientes así y trata de comprenderte. De buscar la manera de mejorar esas negatividades. Deja fluir tu tristeza, tu miedo, tu ira…; porque son emociones necesarias para nuestro organismo. Con ellas y a través de ellas también expresamos lo que le pasa y ha pasado a ese niño interior.
A veces nos invade una sensación de tristeza que no logramos controlar.
Percibimos que el instante mágico de aquel día pasó y que nada hicimos. Entonces la vida esconde su magia y su arte.
Entrar en contacto con tu niño interior no solo te ayudará a comprenderte más, a entender mejor tus conflictos, y te permitirá liberar emociones reprimidas. Aquellos bloqueos, inconscientes o no, que te desvitalizan. Y lo más importante, a amarte por ser quien eres realmente, sin juicios ni reproches.
No sé si alguna vez te habías planteado que pudieras necesitar algo así. No conozco tu historia, pero apuesto a que esto puede ayudarte.
De hecho, no he conocido ni una sola persona que no arrastre necesidades emocionales no cubiertas o dolor reprimido desde su infancia.
Tenemos que escuchar al niño que fuimos un día y que todavía existe dentro de nosotros. Ese niño entiende de momentos mágicos. Podemos reprimir su llanto, pero no podemos acallar su voz. Ese niño que fuimos un día continúa presente.
* Te invito a hacer el siguiente ejercicio:
Busca una foto tuya de cuando eras pequeña/o, puede ser una que te guste y métela en tu cartera, en uno de esos apartados para fotos. O como fondo de pantalla en el móvil.
Lo importante es que cada vez que abras la cartera y veas la foto, dirijas algún pensamiento cariñoso a esa niñita/o necesitada de amor y cerrando éste mes del niño, hazle éstas preguntas:
- Quién era?
- ¿Qué esperaba mi madre/ mi padre de mí?
- ¿Qué valoraba mi familia de mí?
- ¿Qué hice para ser amada/o durante mi infancia?
- ¿Cómo fue mi niñez?
- ¿Cómo me sentía?
- ¿Cuáles son mis mejores recuerdos?
- ¿Y cuáles son los peores?
- ¿Por qué lloraba?
- ¿Cuál era mi miedo más terrorífico?
- ¿Qué cosas odiaba hacer?
- ¿Cuáles eran mis secretos?
- ¿Alguien me decía palabras cariñosas?
- ¿Cómo lo pasaba en el colegio?
- ¿Alguien sabía lo que me pasaba?
- ¿Quién me protegía?
- ¿Cómo imaginaba mi futuro cuando fuese mayor?…
Contestar éstas preguntas por doloroso que sea nos ayudará a vivir de forma consciente y sin ceguera emocional, pues sin darnos cuenta provocamos una distancia afectiva con los demás y especialmente con relación a nuestros hijos, aunque nuestro discurso engañado nos haga creer que los queremos con locura y que está todo bien.
El tema es que la única manera de poder conectar de verdad con los demás es entrando en ti, y entenderte en profundidad, haciendo consciente todo lo que te ha pasado.
“El medio mejor para hacer buenos a los niños es hacerlos felices.”
Oscar Wilde