Jesús de las Maravillas o mejor conocido como “Señor de las Maravillas” es una de las festividades católicas más representativas de Puebla y se realiza cada primero de julio.
El Señor de las Maravillas se encuentra en el Templo de Santa Mónica, calle 5 de Mayo, 1607, Centro Histórico, se presume que tiene la altura promedio de un hombre normal, con un peso aproximado de 70 kilos.
La leyenda
En el templo de San José, ubicado en el Centro Histórico de la ciudad, existía un árbol frondoso, hasta que un día un rayo lo derribó, cuentan que para aprovechar la madera del tronco el párroco de la iglesia mandó a tallar con un artesano la imagen de Cristo en una de las caídas del vía crucis.
Las hábiles manos del artesano dieron como resultado una imagen que representaba la piedad y la compasión.
La imagen del Padre Jesús de las Maravillas, o del Señor del Rayo como en un principio se le llamó; simula precisamente una de las caídas.
De acuerdo con la tradición, originalmente estaba acompañado de dos sayones romanos quienes sostenían látigos, tiempo después, una novicia escuchó una noche gemidos y golpes, por lo que, en compañía de la superiora, descubrió que azotaban a Jesús, dicho suceso se propagó por todas partes y de esa manera la imagen adquirió fama y cariño.
También se cuenta que todos los días una mujer acudía a la cárcel de San Juan de Dios, antiguo hospital de San Juan de Dios, para visitar a su esposo, le llevaba alimentos y las cosas que él necesitaba.
En una de las visitas conoció a un hombre a quien nadie iba a visitar, lo que le inspiró una profunda lástima, quien, movida por la piedad, comenzó a llevarle alimentos sin que su esposo lo supiera, acto que llegó a convertirse en una amistad, misma que continuó aun después de que su marido abandonara el reclusorio.
No faltó entonces quien avisó al marido sobre las acciones que la mujer realizaba, así que un día la esperó fuera del penal para ver si lo que le contaban era cierto.
-¿Qué llevas en la canasta?, le preguntó, y la mujer sorprendida y llena de miedo sólo alcanzó a encomendarse al señor del rayo y le respondió.
– “Llevo maravillas para el señor”…
El esposo, incrédulo, no pudo más que destapar la canasta y descubrir que adentro de la canasta se hallaban las flores amarillas como maravillas.
Así, ante el milagro, los esposos entraron de rodillas a la iglesia; ahí la esposa le confesó a su marido la verdad: le llevaba alimentos a un hombre pobre, el esposo y ella fueron a buscar al hombre a la prisión, pero no lo hallaron y nadie supo darles respuesta, por lo que la pareja llegó a la conclusión de que ese hombre era el mismo Cristo, quien les había puesto una prueba de amor a la pareja.