En los últimos días, dos reformas legislativas impulsadas por el gobierno federal han tensado la relación de nuestro país con Estados Unidos y han planteado un escenario difícil para construir una nueva relación postTrump, con el que es nuestro principal socio comercial y con el que compartimos una frontera de 3,169 kilómetros lo que implica problemáticas de migración, narcotráfico e inseguridad.
Se trata de las reformas a la Ley de Seguridad Interior y a la Ley del Banco de México, ambas enviadas por el presidente de la República al Senado, cuya mayoría morenista decidió aprobarlas sin mayor discusión ni análisis, pese a las críticas de distintos actores nacionales y estadounidenses.
La primera fue aprobada también en Cámara de Diputados por lo que se está en espera de su promulgación, mientras que la discusión de la segunda en la cámara baja se pospuso hasta febrero por las presiones de distintos sectores incluido el propio Banco de México y la Asociación de Banqueros de México que ha manifestado su preocupación de que se ponga en riesgo al banco central y con ello la estabilidad económica.
Las reacciones adversas del otro lado de la frontera tienen que ver con lo que consideran una suerte de revancha del gobierno lopezobradorista por la detención del general Salvador Cienfuegos y que traerá como consecuencia marcos jurídicos que afectarán la adopción de estrategias conjuntas para combatir al crimen organizado transnacional y al lavado de dinero que es una de las principales aristas del mismo.
En ese contexto, la designación de Esteban Moctezuma como nuevo embajador en Washington, sin esperar la llegada formal de Joe Biden, a quien López Obrador podría haberle corrido la cortesía diplomática de nombrar al nuevo representante de nuestro país una vez que el demócrata asumiera la presidencia, se ha leído por expertos internacionalistas como una improvisación más en una relación que, nos guste o no, es fundamental para México.
La reforma a la Ley de Seguridad Interior, que se aprobó hace unos días de forma exprés por el Congreso de la Unión, establece controles y limita la actuación a los agentes de seguridad extranjeros en aras de la soberanía nacional.
Aunque el canciller Marcelo Ebrard rechazó que se trate de una respuesta a la detención de Cienfuegos, en el vecino país así se ha leído y generó críticas del todavía Fiscal General estadounidense, William Barr, uno de los artífices de la detención y posterior liberación del ex secretario de la Defensa Nacional. El funcionario, quien dejará su cargo a finales de año, consideró que la nueva legislación es un retroceso en la cooperación entre ambos países para el combate a los grupos criminales.
A esta posición se han sumado otros actores como el senador republicado Ted Cruz, quien en una carta dirigida a Barr y al secretario de estado, Michael Pompeo, lamentó las reformas por considerar que entorpecerán los esfuerzos conjuntos contra la delincuencia y pondrán en riesgo información sensible generada por los agentes norteamericanos.
En tanto, la reforma a la Ley del Banco de México, que el Senado aprobó el 9 de diciembre rápidamente y sin escuchar las críticas de distintos sectores y del propio Banxico, levanta los candados para que los bancos mexicanos puedan recibir dólares en efectivo y obliga a Banxico a captar los dólares que no se intercambien en la banca comercial. El propio banco central ha dicho que, además de amenazar su autonomía lo pone en riesgo de “lavar dinero” producto de actividades ilícitas.
Los senadores morenistas encabezados por Ricardo Monreal han argumentado que la reforma busca que los mexicanos que reciben remesas en efectivo puedan cambiarlas sin obstáculos, datos de Banxico revelan que sólo 1% de las remesas que ingresan lo hacen en efectivo, mientras que el 99% restante se recibe vía electrónica. Los críticos de la legislación han señalado además del riesgo de favorecer el lavado de dinero, que el único beneficiado por esta reforma será el empresario Ricardo Salinas Pliego, dueño de Grupo Azteca y a quien el presidente López Obrador ha favorecido de distinta manera.
Como se ve, el panorama a la llegada de Joe Biden a la presidencia es complejo y ambos gobiernos deberán trabajar para construir una relación entre naciones asimétricas, pero profundamente interdependientes. La relación con EU siempre es compleja y requiere de tener conocimiento y capacidad para maniobrar frente al país más poderoso del mundo para intentar una relación equilibrada que convenga a ambos.