La cocina, más allá de ser un arte culinario, está profundamente ligada a tradiciones, creencias y personajes históricos que han dejado una huella imborrable. En la cultura católica, los santos patronos son figuras veneradas que interceden por los fieles ante Dios, protegiendo oficios y actividades específicas. Esta tradición, nacida en el Medioevo, sigue vigente, y en el mundo gastronómico destacan nombres como San Pascual Bailón y San Lorenzo de Roma (patronos de los cocineros), San Antonio Abad (patrono de los carniceros) y, por supuesto, San Honorato, el protector de panaderos y reposteros, cuya festividad se celebra cada 16 de mayo.
¿Quién fue San Honorato?
San Honorato de Arlés, también conocido como San Honorato de Amiens, fue un influyente obispo del siglo VI, nacido en Port-le-Grand, Francia. Proveniente de una familia noble, su nombre, derivado del latín Honoratus (“persona honrada por sus méritos”), parecía predestinarlo a una vida de santidad.
Diversos milagros se le atribuyen, como la leyenda que cuenta cómo limpió la isla de Lerina, frente a Cannes, de serpientes venenosas con solo una oración, dejando el lugar habitable. Otro relato menciona un halo de luz que apareció durante su consagración como obispo, interpretado como una señal divina.
¿Por qué San Honorato es patrono de panaderos y reposteros?
La relación de San Honorato con el mundo de la panadería y la repostería surge de una conmovedora leyenda. Se dice que, al enterarse de que su hijo sería nombrado obispo, la madre de Honorato, quien estaba amasando pan, reaccionó con incredulidad. En un gesto simbólico, enterró la pala con la que trabajaba en el patio y exclamó:
“Si es verdad lo que dicen de mi hijo, de esta pala brotará una semilla y crecerá un gran árbol”. Días después, un árbol milagroso apareció en el lugar, confirmando el nombramiento de Honorato. Todas las versiones de esta historia coinciden en un detalle clave: el milagro ocurrió mientras se elaboraba pan.
Esta conexión llevó a que San Honorato fuera adoptado como patrono de los panaderos y, con el tiempo, también de los reposteros. Su legado en la gastronomía trasciende el ámbito espiritual, inspirando creaciones culinarias que perduran hasta hoy.
El legado gastronómico de San Honorato
En 1846, el pastelero francés Fauvel rindió homenaje al santo con la creación de la tarta Saint Honoré, un ícono de la repostería francesa. Esta delicia, que combina una base hojaldrada, crema diplomática, profiteroles caramelizados y crema chantilly, es conocida por su sabor sofisticado y su complejidad técnica. Además, el nombre de San Honorato también está presente en una duya Saint Honoré, una herramienta esencial en la decoración de postres, ampliamente utilizada en la pastelería moderna.
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