El encendido del pebetero es el secreto mejor guardado de todos los Juegos Olímpicos. Este momento tan simbólico, tan esperado y guardado en secreto en cada ceremonia de inauguración, no existe desde siempre. Tampoco el encendido de la Llama Olímpica en Olimpia ni los relevos de la Antorcha.
La llama olímpica es un símbolo de los Juegos Olímpicos. Conmemora el robo del fuego de los dioses por parte de Prometeo y su posterior entrega a la humanidad. Sus orígenes se remontan a la antigua Grecia, donde se mantenía un fuego ardiendo en las sedes de celebración de los Juegos Olímpicos Antiguos.
El primer pebetero olímpico de la historia
El Primer Pebetero Olímpico de la Historia fue en Amsterdam 1928. El arquitecto Jan Wils, que diseñó el Estadio Olímpico de aquella edición, colocó una torre de 40 metros al lado del mismo. En la parte superior de esta, puso un pebetero con un fuego que ardió durante toda la celebración de los Juegos Olímpicos. La finalidad del mismo no era otra que señalizar el punto donde se encontraba el estadio desde varios kilómetros de distancia.
En aquella ocasión, la Llama Olímpica no era más que una simple señal lumínica. No hubo ceremonia de encendido, no hubo relevos de Antorcha, no hubo viaje desde Grecia… De hecho, aquel Primer Pebetero Olímpico fue encendido por un empleado de la compañía de gas y sin ningún tipo de protocolo.
¿Cómo surge la ceremonia de la llama olímpica?
Una de las tradiciones que se realizan y más expectación genera es el hecho de portar la antorcha con la ‘llama olímpica’ desde Olimpia (ciudad de la Antigua Grecia donde se celebraban los antiguos Juegos Olímpicos) hasta la población encargada de albergar las Olimpiadas.
Así como la llama olímpica es un símbolo ya utilizado desde los juegos celebrados en la antigüedad no lo es el hecho de realizar el mencionado recorrido, ya que el mismo se llevó a cabo por primera vez en 1936, con motivo de los JJOO de Berlín.
La Alemania Nazi era la organizadora de aquellos Juegos Olímpicos y necesitaba demostrar su poderío e influencia. Al mismo tiempo y buscando la mayor perfección, querían unir al máximo los Juegos Olímpicos Modernos con los Antiguos.
En muchos templos de la Antigua Grecia, incluido el de Zeus, donde se disputaban los Juegos Olímpicos, había una “Flama Eterna” a la puerta. Un fuego en honor a la deidad del templo que nunca se apagaba.
También existían carreras de Antorchas que se realizaban con fines religiosos y no deportivos.
En ambos casos, era necesario utilizar un “Fuego Puro”. Un fuego encendido mediante una skaphia, un ancestro del espejo parabólico, y gracias a los rayos solares.
Todos estos elementos inspiraron a Carl Diem, Presidente del Comité Olímpico Alemán por aquel entonces, para proponer un relevo de Antorchas previo al encendido del Pebetero del estadio.
Los Nazis querían dejar clara su fuerza en Europa y una simple carrera no era suficiente. El “Fuego Puro” debía encenderse en el lugar que dio origen a todo. El lugar desde el que los mensajeros partían a cada rincón de Grecia para anunciar el inicio de la Tregua Olímpica. Debía encenderse en Olimpia y debía hacerse de la manera tradicional.
El Primer Recorrido de la Historia de la Antorcha Olímpica
Así fue como la Historia de la Antorcha Olímpica comenzó el 20 de julio de 1936. Ese día, con ayuda de un espejo cóncavo fabricado por una empresa alemana, se realizó el Primer Encendido de la Llama Olímpica en las ruinas de la ciudad griega de Olimpia.
Desde ese momento se inició una de las mayores campañas de propaganda Nazi de la historia, grabada incluso por la cineasta Leni Riefenstahl.
3331 corredores llevaron la Antorcha desde Grecia hasta Berlín, pasando por 7 países distintos y confirmando así el apoyo de estos al régimen Nazi.
El 1 de agosto, el atleta alemán Fritz Schilgen entró en el Estadio Olímpico portando la Antorcha Olímpica y encendió el Pebetero, que dejó de ser una simple señal para convertirse en el símbolo que aún hoy sigue siendo.
Este día fue encendido el pebetero olímpico por la tenista japonesa Naomi Osaka y brilla desde este viernes en Tokio, ciudad organizadora de la XXXII Olimpiada, aplazada un año debido a la pandemia del covid-19.