Neuroestética: cómo el cerebro percibe la belleza y el arte

A finales de la década de 1980, el neurocientífico Semir Zeki, del University College London, revolucionó la comprensión de cómo el cerebro humano percibe la belleza. Su investigación, centrada inicialmente en el sistema visual de los primates, lo llevó a descubrir que distintas áreas del cerebro se especializan en procesar atributos como el movimiento y el color. Sin embargo, lo que realmente capturó su interés fue la capacidad del cerebro para calificar algo como bello o feo. Este hallazgo marcó el inicio de una nueva disciplina: la neuroestética, que combina el estudio del arte, la belleza y el funcionamiento cerebral.

¿Qué es la neuroestética?

La neuroestética es una disciplina científica que busca entender qué sucede en el cerebro cuando percibimos algo como hermoso, ya sea un paisaje, una obra de arte o incluso un rostro humano. Aunque no pretende definir qué es el arte, sí busca explicar cómo nuestro cerebro procesa y reacciona ante estímulos visuales que consideramos estéticamente placenteros. Utilizando tecnologías como la resonancia magnética funcional (fMRI), Zeki y otros investigadores han logrado observar en tiempo real cómo las neuronas se activan cuando contemplamos una obra de arte.

La belleza: un placer subjetivo con raíces biológicas

La belleza ha sido un tema de debate filosófico durante siglos. Immanuel Kant, en el siglo XVIII, argumentó que el juicio estético es esencialmente subjetivo, basado en sensaciones personales de placer o disgusto. Sin embargo, estudios más recientes sugieren que la percepción de la belleza tiene componentes universales, como la simetría, la armonía y la completitud, que trascienden culturas y épocas.

En la década de 1930, el matemático George David Birkhoff intentó cuantificar la belleza mediante una ecuación que relacionaba la simetría y la complejidad de un objeto. Aunque útil para evaluar figuras simples, esta teoría no logró explicar la apreciación de formas más complejas, como un bosque o una pintura surrealista. Hoy, gracias a la neurociencia, sabemos que la belleza no solo es una construcción cultural, sino que también tiene bases biológicas profundas.

El cerebro y la belleza: una conexión evolutiva

Investigaciones recientes utilizando fMRI han revelado que la apreciación de la belleza activa regiones específicas del cerebro, como la corteza orbitofrontal, asociada con el placer y las emociones. Esto sugiere que nuestra capacidad para percibir la belleza podría haber sido una ventaja evolutiva. Por ejemplo, asociar lo que nos produce placer con lo “benigno” y lo que nos repugna con lo “peligroso” pudo haber ayudado a nuestros ancestros a sobrevivir.

Steven Brown, director del Laboratorio de Neuroartes de la Universidad McMaster, explica que esta capacidad es similar a nuestra habilidad para identificar buenas fuentes de alimento o parejas adecuadas. Dahlia W. Zaidel, neurocientífica de la Universidad de California en Los Ángeles, añade que las respuestas positivas a la belleza están arraigadas en nuestros ancestros biológicos, especialmente en lo que respecta a los rostros humanos.

La sonrisa: un estímulo universal de belleza

Un estudio realizado por John O’Doherty del Instituto Tecnológico de California en 2003 demostró que la sonrisa es un factor clave en la percepción de la belleza. Al observar rostros atractivos, la corteza orbitofrontal se activa de manera significativa, y esta respuesta se intensifica cuando el rostro sonríe. Esto refuerza la idea de que ciertos rasgos faciales, como la simetría y las expresiones positivas, son universalmente atractivos.

¿Belleza o fealdad? el cerebro decide

Semir Zeki descubrió que el cerebro no solo reacciona ante la belleza, sino también ante la fealdad. En un estudio de 2004, Zeki y su colaborador Hideaki Kawabata observaron que, al ver una imagen considerada fea, se activaba la amígdala, una región asociada con emociones como el miedo, y la corteza motora, lo que sugiere una respuesta de rechazo. Zeki interpretó esto como una defensa evolutiva que prepara al cuerpo para alejarse de estímulos desagradables.

Arte y evolución: ¿adaptación o producto residual?

Una de las preguntas más intrigantes en la neuroestética es si la capacidad de crear y apreciar el arte es una adaptación evolutiva o simplemente un subproducto de otras habilidades cognitivas. Algunos científicos argumentan que el arte podría haber evolucionado como una ventaja para la selección sexual, mientras que otros creen que es un producto residual de otras adaptaciones, como la capacidad de representar objetos de manera comprensible.

Steven Brown sugiere que el sistema estético del cerebro evolucionó primero para apreciar objetos biológicamente importantes, como alimentos y parejas, y luego se aprovechó para crear arte. Sin embargo, aspectos específicos del arte, como la sincronización en la danza, podrían estar más relacionados con necesidades sociales que con la evolución biológica.

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