VIENA (EFE).— La música de un viejo tocadiscos, pasteles recién horneados y un equipo de abuelos y abuelas reciben a los clientes de Vollpension, cafetería ubicada en el corazón de Viena que emplea a pensionistas que con este trabajo afrontan la pobreza y la soledad.
“Es difícil de creer, pero la pobreza en la vejez es un problema importante en Austria, los afectados suelen estar muy solos”, se describe en la página de Vollpension, proyecto que empezó en 2015 con una cafetería y ya suma tres locales.
Según cifras oficiales, casi la mitad de los austríacos mayores de 60 años vive solo. Entre los mayores de 65, el porcentaje es del 30%.
“Todos los que trabajan aquí reciben dinero, ganan un pequeño ingreso extra junto a su pensión, que suele ser muy baja”, cuenta David Haller, uno de los treintañeros que creó Vollpension.
La idea inicial, promover un punto de encuentro de jóvenes y mayores, evolucionó a un proyecto social en el que los jubilados, la mitad de los 80 colaboradores, no solo se mantienen ocupados en el día, sino que muchos luchan contra la precariedad.
La organización benéfica Volkshife calcula que los mayores de 65 años son el 15% de todos los habitantes en riesgo de exclusión o pobreza en el país europeo.
La situación es más grave entre las mujeres: su pensión media es de 1,016 euros, 600 menos que la de los hombres, y por debajo del umbral de riesgo de pobreza para jubilados que viven solos.
En su mayoría los pensionistas que trabajan en Vollpension son mujeres.
Una es Marianne Hofmann, de 77 años, quien decidió unirse a Vollpension para tener unos ingresos que le permitan afrontar el alto costo de la vida en Viena. “Llevo muchos años sola. Además, necesito dinero, la vida es muy cara”, explica Hofmann, quien tiene dos hijos fuera de la ciudad.
Confiesa que encontró en Vollpension el mejor lugar para pasar su tiempo y comparte el espacio con una “familia elegida” que le anima a cumplir sus sueños, como hacer paracaidismo.
Junto a jóvenes baristas, esta “oma” (en alemán, abuela) sirve dulces tradicionales, como pastel de manzana y plátano y bizcochos de chocolate, que acompaña con una conversación y un trato cercano a los clientes.
“Los mejores pasteles no se consiguen en el Hotel Sacher o la pastelería Damel (prestigiosos locales de Viena), se consiguen en la casa de la abuela. Conseguir el mejor pastel y crear un lugar donde las diferentes generaciones se reúnan es en lo que consiste Vollpension”, subraya David Haller.
“Nuestros ancianos necesitan este dinero, así como conectar con el resto, porque con el Covid sus problemas fueron mayores, al tener que quedarse en casa”, dice el cofundador del proyecto.
El contexto social todavía guía a Vollpension, que ante la llegada de refugiados ucranianos que huyen de la invasión rusa decidió incorporar en su equipo a “babushkas”, o abuelas ucranianas, que han aportado dulces típicos de su país.